De entre las pérdidas más dolorosas, la pérdida por el fallecimiento de un ser querido encabeza la lista. El vínculo que nos une con otra persona está conformado por muchos eslabones, entre los cuales se encuentran los sentimientos, como el cariño, el amor y la gratitud; otros son las experiencias compartidas, como los buenos y malos momentos, en los que experimentamos dicha y placer, así como tristeza y dolor respectivamente; pero también existen otro tipo de eslabones que nos unen a ese ser querido y que si no cobramos consciencia de ellos, pueden llegar a complicar nuestro proceso de elaboración del duelo, me refiero a los diferentes roles que esa persona ocupaba en nuestra vida, como el de compañero, confidente, proveedor o cuidador.
Cada uno de estos eslabones que conforman el vínculo con el ser querido que perdimos representa una pérdida en sí misma y, por consiguiente, será necesario elaborar un proceso de duelo para cada una de ellas. Todo esto puede parecer abrumador e incluso intimidante, pero en realidad es un proceso muy sencillo, aunque no necesariamente será fácil, y tomará algún tiempo.
Al perder a un ser querido nos encontramos envueltos en un torbellino de emociones que en la gran mayoría de los casos resulta abrumador y en esos momentos podemos llegar a sentirnos completamente impotentes y asustados, si tratamos de afrontar la pérdida de lleno, cual grande es, lo más probable es que nos veamos rebasados en el intento, por ello es muy importante tener presente que la única manera de hacerlo es, como cualquier viaje que queramos emprender, un paso a la vez, sólo que en este caso será una pérdida a la vez.
Aunque muchos de los sentimientos en el duelo no son agradables, es indispensable que nos permitamos experimentarlos, pues conforman el camino que nos llevará a sanar la herida que nos provoca la pérdida, en la mayoría de los casos los sentimientos surgen, o son más intensos, en los momentos en los que extrañamos la convivencia con la persona fallecida, ahí entran en juego los roles que la persona desempeñaba en nuestra vida, pues cada rol se experimenta como una pérdida en sí misma y deja un vacío que hay que llenar.
El primer paso es abrirse a las emociones que estemos experimentando, reconocer la pérdida, aceptar que nos duele; quienes acompañamos a un doliente, debemos tener presente que la persona extrañará a su ser querido en todos y cada uno de los momentos en los que acostumbraban a convivir, así, si vivían juntos, lo extrañará al despertarse, al desayunar, cuando se separaban para realizar sus actividades del día, cuando se reencontraban más tarde, y la lista sigue…
Además de la compañía, dentro de los roles que desempeñaba la persona fallecida se pueden encontrar también algunos servicios que proporcionaba al doliente, como el de cuidador o proveedor, y que representan una pérdida que además de requerir su propio proceso de duelo, demandará la restitución de dicho servicio por algún otro medio, lo cual puede agravar e incluso complicar el proceso de duelo, ya que el doliente puede no reconocer que hay una necesidad que demanda ser satisfecha, y que la persona que cubría ese rol ya no podrá hacerlo, o en caso de ser consciente de esa necesidad, puede no sentirse capaz de satisfacerla por sí misma, o realmente no tener la capacidad para hacerlo y necesitar de alguien más que lo haga en lugar de la persona fallecida y esto puede generarle todo un abanico de sentimientos encontrados, como impotencia, culpa o traición. Es entonces cuando el doliente más requiere del apoyo de las personas de su entorno para ayudarla a encontrar la mejor manera de satisfacer esas necesidades que han quedado desatendidas a partir de la pérdida del ser querido.
El siguiente paso en la elaboración del duelo requiere que la persona paulatinamente y en la medida de sus posibilidades se vaya adaptando e integrando a una nueva realidad en donde la persona fallecida está ausente. Conforme el doliente vaya aceptando su nueva realidad podrá apreciar nuevas oportunidades, pues toda pérdida conlleva una ganancia; así como la vida no es perfecta, las relaciones interpersonales tampoco lo son y siempre está latente la posibilidad de hacer las cosas de manera diferente, darse la oportunidad de transformarse y reinvertir sus intereses, afectos y energía en crear nuevos vínculos con otras personas.
Si nos hacemos conscientes de lo que estamos experimentando y decidimos afrontar los sentimientos que van surgiendo en nuestro proceso de duelo, después de un tiempo podremos continuar viviendo sin lo que hemos perdido, agradeciendo por haberlo tenido y reencontrándonos a nosotros mismos a partir de esa experiencia.
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